Para vos, pibe
Te lo dedicaré a vos, a vos que te
moriste, que te tiraste y ya dejaste de existir. Fue un golpe, un solo instante
por suerte, o al menos eso quiero creer. Andaba distraída, pensando en el
tiempo, en el tren que no venía más; qué tonta, ¿viste? Las vías comenzaron a
iluminarse y, puteando porque venía el otro y no el mío, giré la cabeza por
casualidad nada más, ni siquiera me interesó el tren; vos, vos pibe robaste mi
atención. Giré la cabeza y como un rayo te vi, vi tu figura que se lanzaba al
vacío, caía sobre las piedras negras y las vías; vos también giraste la cabeza
pero por otras razones. El tren, el tren venía y vos te agachabas, te aferrabas
al suelo para que nada saliera mal y cumplieras tus deseos, tus insospechados
objetivos. Yo fui cobarde, perdoname, fui cobarde ¿qué podía hacer? Te miré tendido ante ese tren y entonces no quise
saber nada más, quise escapar y evitar esa imagen que se detuvo en el tiempo y
ahora está en mi cabeza; decidí no ver la sangre, tu cuerpo arrollado, tus
brazos retorcidos, preferí evitar el dolor. Te das cuenta ¿no? Es muy irónico:
yo, evitar sufrir cuando el que sufrías eras vos. Vos que te mataste. No se
escuchó el golpe cuando me tapé los ojos. Un segundo después me sacaba las
manos de la cara y llegaba mi tren… y también los gritos, la multitud, la mujer
corriendo con la mano levantada queriendo pararlo; y todo era confusión, mis
ojos no sabían dónde, dónde mirar, dónde refugiarse, qué pensar… ¿qué pensar? ¿Te das cuenta vos? Qué
intentos idiotas, inútiles, y sin embargo me dominaba el impulso, como a todos
los del andén, gritando, gritando, y vos ya muerto, ya dejando de existir. ¿Qué
podíamos hacer? No importa, supongo que no te importa.
Por eso te dedicaré estas líneas, aunque
aclaro: no son cuento. Vos te tiraste y estás muerto. En ese momento, todo fue
temblor, me apoyé sobre la columna intentando no caer como vos. Sólo después,
ahora, pude recomponerme y pensar en dedicarte esta hoja, estos párrafos. ¿Por
qué? Bueno, estás muerto pero tal vez pueda brindarte la vida a través de estas
palabras; vos, por ejemplo, ahora estás vivo, estás siendo revivido en mi
cabeza, en mi voz, en estas oraciones. Ya sé, querías suicidarte y dejar de
existir, pero… ¿por qué? Pienso en lo distraída que estaba esperando al tren mientras
vos entrabas al subte, pagabas un boleto y esperabas como yo, pero con otras
intenciones. Tal vez tus últimas palabras fueron “un boleto, por favor” o “buenas
tardes” o “permiso”. ¿Y vos en qué pensabas, pibe? Yo, en el tiempo, en la
facultad, y vos… vos pensabas en “cuándo viene”, cuando venía tu muerte, tu
último viaje, cuándo dar el impulso en el momento correcto, cómo caer y
asegurar el golpe, cómo asegurar la
muerte de manera rápida y sin sufrir. Sin sufrir
más… eso, supongo, era tu razón.
En fin, te regalo este espacio, pequeño,
pero es lo único que puedo hacer. Te doy un espacio que tal vez nunca pudiste
tener, acá sos el protagonista y yo sólo la testigo. Capaz, pienso, tuviste un
mal día, un amor defectuoso, una amistad rota; capaz, el día fue peor y te
quedaste sin trabajo, en la calle o solo, sin una casa o familia con quien
vivir… pero no sé, todo eso ya es terreno de especulación. Yo, como escritora,
te doy la vida acá. Porque no te quiero ver así de mal, quiero pensar que
vivís, que sos feliz; por favor, che, ponete feliz. Pienso en vos, pienso en lo que tal vez pensabas cuando te
tirabas, cuando saltabas y volabas por un segundo, repitiéndote un “vamos, allá
viene”, dándote un último empujón. Pienso en mí, yo acá del otro lado, y qué
cobarde, qué inutilidad de pies y brazos, qué aparato que soy. Y vos, qué
valiente, tirarte, decir adiós sin gritar, sin molestar a nadie… bueno, salvo
el corte de subte, el cambio de planes y el boleto tirado a la basura. Pero qué
importa, pibe, vos estás muerto… y tal vez tu familia recién se entere, o tal
vez no… pero qué sé yo, el único que
importa sos vos.
Como última despedida, joven de camisa
blanca con manga corta, de tez oscura, con un chaleco y jeans azules, como
última despedida te acompaño y te digo adiós, chau, te quiero, no estás solo,
etc. Repetiré tus posibles últimas palabras, como ecos, para cerrar esta
historia, acaso para que dejes de sufrir: “Allá viene el tren, allá viene, ahí
voy yo… adiós, adiós”.
Para
el pibe que se tiró a las vías del Subte A, estación Congreso, en el día
viernes 6 de noviembre de 2015.