Arthur Rackham

Arthur Rackham

viernes, 15 de julio de 2016

Relato: Para vos, Pibe




Para vos, pibe

Te lo dedicaré a vos, a vos que te moriste, que te tiraste y ya dejaste de existir. Fue un golpe, un solo instante por suerte, o al menos eso quiero creer. Andaba distraída, pensando en el tiempo, en el tren que no venía más; qué tonta, ¿viste? Las vías comenzaron a iluminarse y, puteando porque venía el otro y no el mío, giré la cabeza por casualidad nada más, ni siquiera me interesó el tren; vos, vos pibe robaste mi atención. Giré la cabeza y como un rayo te vi, vi tu figura que se lanzaba al vacío, caía sobre las piedras negras y las vías; vos también giraste la cabeza pero por otras razones. El tren, el tren venía y vos te agachabas, te aferrabas al suelo para que nada saliera mal y cumplieras tus deseos, tus insospechados objetivos. Yo fui cobarde, perdoname, fui cobarde ¿qué podía hacer? Te miré tendido ante ese tren y entonces no quise saber nada más, quise escapar y evitar esa imagen que se detuvo en el tiempo y ahora está en mi cabeza; decidí no ver la sangre, tu cuerpo arrollado, tus brazos retorcidos, preferí evitar el dolor. Te das cuenta ¿no? Es muy irónico: yo, evitar sufrir cuando el que sufrías eras vos. Vos que te mataste. No se escuchó el golpe cuando me tapé los ojos. Un segundo después me sacaba las manos de la cara y llegaba mi tren… y también los gritos, la multitud, la mujer corriendo con la mano levantada queriendo pararlo; y todo era confusión, mis ojos no sabían dónde, dónde mirar, dónde refugiarse, qué pensar… ¿qué pensar? ¿Te das cuenta vos? Qué intentos idiotas, inútiles, y sin embargo me dominaba el impulso, como a todos los del andén, gritando, gritando, y vos ya muerto, ya dejando de existir. ¿Qué podíamos hacer? No importa, supongo que no te importa.
Por eso te dedicaré estas líneas, aunque aclaro: no son cuento. Vos te tiraste y estás muerto. En ese momento, todo fue temblor, me apoyé sobre la columna intentando no caer como vos. Sólo después, ahora, pude recomponerme y pensar en dedicarte esta hoja, estos párrafos. ¿Por qué? Bueno, estás muerto pero tal vez pueda brindarte la vida a través de estas palabras; vos, por ejemplo, ahora estás vivo, estás siendo revivido en mi cabeza, en mi voz, en estas oraciones. Ya sé, querías suicidarte y dejar de existir, pero… ¿por qué? Pienso en lo distraída que estaba esperando al tren mientras vos entrabas al subte, pagabas un boleto y esperabas como yo, pero con otras intenciones. Tal vez tus últimas palabras fueron “un boleto, por favor” o “buenas tardes” o “permiso”. ¿Y vos en qué pensabas, pibe? Yo, en el tiempo, en la facultad, y vos… vos pensabas en “cuándo viene”, cuando venía tu muerte, tu último viaje, cuándo dar el impulso en el momento correcto, cómo caer y asegurar el golpe, cómo asegurar la muerte de manera rápida y sin sufrir. Sin sufrir más… eso, supongo, era tu razón.
En fin, te regalo este espacio, pequeño, pero es lo único que puedo hacer. Te doy un espacio que tal vez nunca pudiste tener, acá sos el protagonista y yo sólo la testigo. Capaz, pienso, tuviste un mal día, un amor defectuoso, una amistad rota; capaz, el día fue peor y te quedaste sin trabajo, en la calle o solo, sin una casa o familia con quien vivir… pero no sé, todo eso ya es terreno de especulación. Yo, como escritora, te doy la vida acá. Porque no te quiero ver así de mal, quiero pensar que vivís, que sos feliz; por favor, che, ponete feliz. Pienso en vos, pienso en lo que tal vez pensabas cuando te tirabas, cuando saltabas y volabas por un segundo, repitiéndote un “vamos, allá viene”, dándote un último empujón. Pienso en mí, yo acá del otro lado, y qué cobarde, qué inutilidad de pies y brazos, qué aparato que soy. Y vos, qué valiente, tirarte, decir adiós sin gritar, sin molestar a nadie… bueno, salvo el corte de subte, el cambio de planes y el boleto tirado a la basura. Pero qué importa, pibe, vos estás muerto… y tal vez tu familia recién se entere, o tal vez no… pero  qué sé yo, el único que importa sos vos.
Como última despedida, joven de camisa blanca con manga corta, de tez oscura, con un chaleco y jeans azules, como última despedida te acompaño y te digo adiós, chau, te quiero, no estás solo, etc. Repetiré tus posibles últimas palabras, como ecos, para cerrar esta historia, acaso para que dejes de sufrir: “Allá viene el tren, allá viene, ahí voy yo… adiós, adiós”.

Para el pibe que se tiró a las vías del Subte A, estación Congreso, en el día viernes 6 de noviembre de 2015.



















jueves, 14 de julio de 2016

Microrrelato: "Un instante"


         

 Microrrelato:  "Un instante"

           "5am y no puedo dormir, escucho clock-clocks al lado de mi cama. Me doy vuelta, abro los ojos resecos y legañosos, no veo nada. 5am y despierta, escucho toc-tocs en la puerta, es mi gato mojado por la lluvia de la noche que viene a despertarme y ¡pobre! no sabe que desde que me acosté no pude pegar un ojo. Algo me está trastornando desde ayer, desde que abrí la heladera para comer un pedazo de carne o un pedazo de pan, o una lata de tomate, algo para llenar el vacío de mi estómago que hacía cruj-crujs y no me dejaba escribir tranquila, algo para llenar el vacío mental y matar el aburrimiento, excusas para no escribir y decir “hoy no tengo inspiración”. La heladera estaba vacía como yo, ahí dentro sólo había viento y frío y me lo contagió a mí, yo no volví a ser la misma y cuando me quise acostar para olvidarme del hambre y la sed y las ganas de escribir descubrí que mis pies se salían de la sábana pero no me importó, ya me había acomodado y envuelto en tres o cuatro frazadas sofocando el fuego frío que (f)rostizaba mi cuerpo desde que abrí la heladera y la encontré vacía, ya lo dije. 5am, todavía 5am, acá, en este instante que freno, tomo y exploro, amasándolo como cuando uno come chicle y comienza a estirarlo desde una puntita hacia fuera, volviéndolo apenas un hilo rosa con mucha saliva y frágil, muy frágil como  el tiempo o una copa de cristal o un hilo de Aracne. 5am, el tiempo se congela como yo cuando abrí la heladera y estaba vacía, mientras mi cabeza y estas líneas siguen fluyendo mental o “literaturamente”. Mis dientes deletrean cada palabra, escupen, vomitan, arrojan chorros y chorros de maldiciones y estupideces al pobre gato ahí parado que poco entiende mi enojo y mis ganas de no levantarme, miro al verdadero reloj, los rayos de sol en la ventana, y sé que son más de las 5am; deben ser las 10am y yo ya perdí toda la mañana, el desayuno, el agua caliente, el subte, el examen, el almuerzo en la facultad, el subte de vuelta, la vuelta. El gato se ríe, puto que sos y no me avisaste, si sabías que el reloj tenía que sonar a las ¡5am! Sonó, sí, pero estaba atrasado como yo, que siempre olvido la hora por el frío y el hambre y los desvaríos mentales que surgen mientras me despierto, ¡yo! que siempre olvido todo por esta vida tan “nihil” o “beat”. Puta, perdí tiempo, oro, dinero, materia, cuentas, comida, y mi promedio por un 1, o un 0 si me consideran ausente. Salí gato, no quiero saber más nada, salí y dejame dormir.”