Laberintia Mundi Litteris1
No hay salida. Giro a la izquierda, otra vez, y otra vez, y otra
vez; no, no hay salida. Mis
pesadillas se cumplieron. Estoy en un laberinto ¿Cómo llegué hasta acá? ¿Yo acaso
lo deseé? No, simplemente vi cómo un
señor con ojos ciegos ponía su pluma sobre mi cabeza y comenzaba a danzar;
comenzaba a escribirme y a crear este espacio, este cuento, esta pesadilla. Por
eso digo, no hay salida. Y es que
giro a la izquierda, y sólo me encuentro con pasadizos y senderos que no llevan a ningún lugar. Yo también leí cuando era joven a mi
creador, y me enteré del truco que
desenmaraña a todo laberinto: girar a la izquierda. Confié en él y en ese secreto que nos
revelaba en alguno de sus cuentos; pero mintió, yo soy parte ahora de esa
mentira y la sufro. Después de todo,
un caos no puede ser desenredado:
paredes y caminos, arboledas, huellas, hiedras, bancos, escaleras falsas,
puertas, senderos, papeles, libros; desfiladeros inconclusos, líneas de
palabras sin terminar, huecos, anacronismos, intemporalidades, revisiones,
bibliotecas llenas de revoltijos y desorden no-causal. Estoy en un espacio
caótico, sin salida. Sin salida. Giro a la izquierda
pero ¿acaso existe la “izquierda” en un caos? ¿Acaso aquí
existe el punto de referencia y un vector marcando dirección? No. Estoy en el
desorden mental de un viejo escritor
que ha leído mucho, que se sabe todos los trucos literarios, que sabe cómo cerrar todas las puertas dentro de un propio universo
con leyes propias. Perverso escritor, conoce cómo
sorprender y confundir dejando a un lector en el limbo; perverso escritor,
no es consciente nunca de lo que termina escribiendo, de las monstruosidades que crea, y de quiénes
deja adentro. Yo estoy dentro de sus
ideas devenidas en palabras; estoy en la obra
de Borges, en uno de sus cuentos. Y es una pesadilla.
1 “Los laberintos del mundo de las letras”.
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